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27 DE DICIEMBRE DEL 2019
Rebeca, quien ahora vive con las cicatrices de una quemadura de tercer grado debido a una explosión en la Iglesia donde congregaba, canta alabanzas a Dios pese a su pasado lamentoso. Ella ha experimentado una paz que trasciende nuestra comprensión, y una esperanza cimentada en Dios.
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Cuando Rebeca se dirigía junto a su familia a la iglesia, una bomba explotó. Ella y una de sus sobrinas salieron con quemaduras de tercer grado, pero sus hermanos perdieron la vida. Casi sin respirar, escaparon a un lugar cercano. Como resultado, el lado izquierdo del cuerpo y partes de su lado derecho quedaron desfigurados, mientras que su sobrina Debbie perdió la vista.
Después de una largo tiempo de recuperación, terapias y medicinas, las dos creyentes testifican el milagro de la vida. Todas las mañanas Rebeca y Debbie oran a Dios en agradecimiento, pues sienten que no tienen cómo pagar la gracia de Dios. Comienzan a cantar alabanzas a Jesús, hablando sobre la esperanza que se deposita en Él.
Ellas comienzan a mover sus tambaleantes piernas al ritmo del regocijo de sus almas. Su fe, sin duda, es un estímulo glorioso para sus hermanos mayores, familiares y vecinos. “Oren para que la alabanza de nuestros labios no cese. Ahora solo veo sombras, pero un día veré a Dios cara a cara, esa es mi fe", menciona la pequeña Debbie de 6 años.
Es casi imposible de comprender como una familia que perdió todo, hoy canta alabanzas de regocijo. Esta familia ha experimentado una paz que trasciende nuestra comprensión, una paz y una esperanza que, como escribió Pablo en Filipenses 4, "protege nuestros corazones y mentes en Cristo Jesús".
(*) Imagenes referenciales.
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